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lunes, 20 de diciembre de 2010

Las gaviotas también saben matar.



Pues un día, como otro cualquiera, un sábado que se espera durante la semana para poder descansar, pero si tienes comunión, arriba, ponte traje, y tira pa´ el baile. Ni siquiera llegué a tiempo a la misa, pero lo chulo venía después, comida en el zoo, pero quien me iba a decir que al final de ese día decidiría no volver nunca más a uno de esos.
Barra libre, aun que sin poder hacer gala de las botellas donde suelo ahogar mis penas, una comida con los leones y un video en honor al comunante, o como se diga. Después vino lo que todos estábamos deseando, una vuelta al mundo animal, crios por un momento volvimos a ser: jirafas, gacelas, tortugas, lemures, pajarracos exóticos etc. A mitad de camino nos encontramos con una carpa donde estaban encerrados un centenar de pájaros de forma claustrofóbica. El camino ya de por sí, daba miedo, a los lados, en las barras, estaban apostados un ejercito de aves esperando una orden de su general para recrear ahí en medio la película “Los Pájaros” de Hitchcock.
En la mano cada uno llevábamos  unos cuantos granos de maíz, pensando que sería tan fácil darles de comer como a las palomas de la Plaza San Marcos de Venecia, pero no, nadie caía. Llegó el momento de máxima tensión, había dos gaviotas una a cada lado del camino, subidas a la barra, ambas con unos ojos inyectados en sangre, fijos en cada uno de nosotros, como si nos estuvieran perdonando la vida con la mirada, parecía que en cualquier momento uno de los dos bandos movería la primera pieza. Caminando lentamente estaba yo, cuando de repente, sin percatarme, la gaviota de la derecha levantó el vuelo, giré la cabeza, pero ya era demasiado tarde, la gaviota se abalanzo sobre mí como cazador a su presa, con un rápido movimiento, la gaviota paso a mi lado picándome en la cabeza. Todo fue demasiado rápido, a continuación el ave se posó en la otra barra para luego remontar de nuevo el vuelo e intentar picar a otro, esta vez, sin éxito. Nadie sabía que había pasado, hasta que me percaté de que estaba sangrando, me había picado una gaviota, un pájaro que consideraba el rey del mar, me había picado en la cabeza. Claro estaba que mis amigos en vez de preocuparse de mí, se rieron, y no lo voy a negar, era para partirse de risa. Había pensado en reclamar ante los cuidadores del zoo, pero todos me pusieron una cara de “algo le habrás hecho”, y la verdad es que no está en mi naturaleza provocar la ira de los animales ¬¬. Aun que me hubiese gustado ver la cara del forense que me hubiera atendido en la autopsia, viendo mi cabeza semidestrozada si en vez de una gaviota llega a ser un buitre leonado que rondaban por allí. Así que me fui a casa, con un trozo de carne sobresaliendo de mi pelo, unos amigos aguantándose la risa y una buena anécdota que contar. 

1 comentario:

  1. Soy un comunista peligroso, hermano de un heavy fulero (creo qe ya sabras quien soy). Va a ser qe te agrego, pero ahora ya te estas metiendo en mi blog o si no la Virgen de Guadalupe llevara la malaria a tu casa (avisao estas, qe no se diga).

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