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lunes, 26 de diciembre de 2011

¿La vida es dura?


Le observaba fijamente desde el otro lado de la calle. Estaba sentado en aquella escalinata de piedra, con la cabeza entre las piernas y las manos tapándose los pocos huecos que dejaban su cara, deprimida y amargada, al descubierto. Me imaginaba aquella escena en blanco y negro, sacado de alguna película grabada en una de las numerosas calles sin color de Nueva York. Para él, aquel pobre hombre abatido y apesadumbrado, el tiempo pasaba despacio, como queriendo burlarse lentamente de una eterna agonía que no le dejaba en paz, que le hacía morir poco a poco. ¿A qué se dedicaba?, es la pregunta que me hacía yo. No paraba de repetírmela, intentado hallar una respuesta en algún gesto que se le escapase y dejase entrever en que malgastaba su tiempo.

Egocéntrico asqueroso; se consideraba así cada vez que reflexionaba… o bebía. No esperaba encontrar ninguna luz que le salvase. Él estaba condenado a saborear la soledad por el resto de sus días. Era de esos que a la luz de un candil, encerrado en una habitación vacía y destartalada, soñaba con romper las paredes y encontrar su libertad, deseo que anhelaba, pues no siendo libre el hombre muere ante el hombre. Aquello me recordaba a un invencible caballero y su deseo de vivir en paz, quizás, un “príncipe de los ingenios”.

Mediocre hombre, que cae en la debacle de pensar que todas las noches tendrá un buen sueño, y que ese sueño algún día se cumplirá. “Más sabe el diablo por viejo que por diablo”, y es pues el diablo quien se ríe de él, escondido en una esquina, observándole, como yo ahora mismo, planeando que hará con la alma de otro descarriado que piensa que la vida finalmente, es una desgracia tras otra.

Era escritor, me dijeron tiempo después, de estos que viven la vida para plasmarla en un papel y rociar la tienta sobre él con trazos lentos, firmes y decididos. A cada palabra que escribía llevaba consigo una pequeña parte de su ser, tal vez este era el motivo por el cual decían que su rio de sentimientos se desbordaba con facilidad, ayudado por su inevitable obsesión en reproducir con un apenado estilo su tosca melancolía. Su fiereza era el cuervo de Poe, su desvariar el péndulo de Bécquer, su locura la bravura con que el pirata sacudía el yugo del esclavo al dar por sentenciada su vida.

Quizás nunca llegó a entender que la vida no es dura. Es dura para los huérfanos, para los esclavos, para los que viven con la guerra llamando a sus puertas. Pero para él, la vida es un pastel, con trozos amargos.



domingo, 18 de diciembre de 2011

El asiento de los filósofos


Las bisagras chirriaron cuando empujé la puerta. Un olor a cerrado me inundó las fosas nasales en cuestión de segundos y mi vista se tuvo que acostumbrar a la leve luz tenue que inundaba el ambiente. Estaba claro, las noches nunca cambian y menos todavía en aquel lugar. Saludo a un par de personas conocidas, viejos camaradas de historias increíbles.
Me dirijo hacia la barra cuando me percato que a mi izquierda hay alguien sentado que me resulta familiar.
-De todas las personas con las que me podía encontrar esta noche, vas y eres tú le elegida- me dijo, sin moverse de su sitio.
-bueno, a veces nuestros pasos nos llevan al mismo lugar porque puede existir un motivo-le respondí, sentándome junto a él.
-¿Y cuál es hoy?-
-Teníamos que hablar y lo sabes, ya me lo dijiste- le dije mientras el camarero, atento de mi persona, me sirve el whisky más antiguo que tiene.
Un largo silencio siguió a la conversación, los dos nos quedamos mirando al frente, como si el otro esperase que su amigo comenzase a hablar.
-¿Eres feliz?- le pregunté.
-Sabes cuántas veces me han hecho esa pregunta a lo largo de mi vida… Ni yo mismo lo sé, pero te diría que muchas.
-Entonces es que ya se ha quedado antigua.
-sabes tú cuánta frustración se puede llegar a tener…
-… por dar continuamente, pero nunca recibir-le dije completando su frase- Sí, creo que sí, demasiados años haciendo eso, ¿y sabes qué?, que tienes razón, nunca nos han tratado bien.
-Lo que pasa es crees que puedes cambiar el mundo intentando que se parezca a lo que tú quieres, y eso amigo mío, es imposible- me dijo, mirándome fijamente, sin volver del todo la cabeza.
Una carcajada salió de mi boca, había dado en el clavo, a menudo lo solía hacer, pero siempre me reía. “Que el enemigo descubra como eres te dejará al descubierto, pero que tu amigo lo haga te dejará completamente desnudo”, eso era algo que siempre oía decir.
-No hay remedio, podemos estar toda la noche aquí que las soluciones no vendrán con los rayos del sol, siempre hay problemas que nunca se irán.
Él siguió en silencio, como si buscase algo entre sus pensamientos.
-Hay que demostrar que uno debe ser fuerte, y así es como se hacen las cosas. Hay que luchar, sobreponerse a lo que uno piensa que jamás superará. Eso es lo que voy a intentar, porque esta vida es mía y solo vivimos una.
-Una vida sin causa, es una vida sin efecto…



lunes, 12 de diciembre de 2011

Cobardes


Demasiadas mentiras,
se acaban convirtiendo en vicio.
Construyendo futuras ruinas,
¿Quién se salva del precipicio?.

Tantos años engañados,
nuestros actos nos describen.
Que no te falte valentía,
las protestas también se escriben.

Lo dijo el tiempo en su momento,
Ni confianza, ni sueños de arena.
Las verdades sangran.
Qué te falta entender, princesa.

Amigo, cantaremos protestas
debajo de noches como esta.
No sufras, no te engañes,
cobarde será aquel que no te extrañe.

Amigo, nos toca ser felices,
porque pasamos demasiadas noches solos.
Que tu camino sea largo,
aunque solo quedemos unos pocos.

sábado, 3 de diciembre de 2011

Pensar, reflexionar...


Hacía tiempo que no volvía, que no me dejaba caer por allí. Lo tenía un poco abandonado, quizás por mi irreverencia a estar en sitios donde no soy bien acogido. Pero esta noche todo me daba igual, llevaba recuerdos queriendo sacarlos del bolsillo desde la última vez que entré, porque me parecía el mejor lugar para estar, amparándose de esta lluvia nocturna y puñetera que lleva mojando horas las pocas ilusiones que tenía de pasármelo bien.

Me siento, es el lugar de siempre, donde se tiene una perspectiva bastante buena del todo el bar. Es curioso y siempre me gusta comentarlo la extraña sensación de que aquí las cosas se ven del revés, que no deja de ser metafórico. Las alfombras en el techo, granates y de terciopelo suave, gastadas por el tiempo que llevan volando en lo más alto que les puede permitir el bar; un suelo formado por trozos de baldosas, con formas y colores diversos, como un mosaico de ideas abstractas.

Me dejo llevar por el ambiente, recuerdo que llevaba algo en los bolsillos, lo saco y lo miro con cautela, como si esperara algo inesperado, como si ese algo me produjese dolor, por el simple hecho de recordarlo. Suspiro, pienso –esta no es la vida que llevaba antes-, reflexiono- con cuántas gotas de esta maldita sangre que me recorre las venas bastarán para contar mis prejuicios, mis errores, mi condena incierta y poco amarga-.
Quizás, no me encuentre en este camino, no sea más que la dulce zozobra del viento que impide la navegación de las ilusiones y deseos, la temida ola que engulle sin razón aparente los corazones apostados tranquilamente en la playa. Vivo porque tengo que vivir pero dejo que mi existencia, amarga soledad de la noche, recorra con lloros en vez de lágrimas esta playa sin arena, sin mar, sin nada. Abandono, hace tiempo que renuncié a pensar que la vida me podría dar algo que yo no buscase o no quisiese buscar, pues no había nada mejor que hacerse buscador de uno mismo, en un desierto inmenso como es el alma humana.

Vuelvo con tremendo pesar a la situación presente, las alfombras en el techo, las baldosas con mosaicos, la vida entera delante de mí… Guardo con sumo cuidado en el bolsillo ese algo que me hizo recordar, ya solo me queda pensar, reflexionar, encontrarme ahora…

No, no abras la puerta, no entres, pues me quedé solo escribiendo en esta soledad maldita, sin causa ni razón por la que quedarme despierto, lamentando cada palabra, cada letra de esta…, mi existencia.