Etiquetas

domingo, 26 de diciembre de 2010

Un verso clavado en el corazón.

Tú, niña, alma y espíritu,
no había manera decirte que no.
Tu, chica, de corazón puro,
tus ojos, llenos de ilusión.

Con tu mirada perdida
abstracta en tu imaginación,
soñarías lo imposible,
reina de mi corazón.

Tú, la estrella de oriente,
me guía, no me pierde.
Tú, el sentido de mi poesía,
amor jubiloso, sin agonía.

Romperé el péndulo del tiempo,
quiero una vida eterna contigo,
Estaremos juntos en el cielo.
a tu lado, siempre amor mío.

Secaré tus lágrimas
con los vientos templados
que recorren los mares
de atardeceres dorados.

Seré el gato negro
apostado bajo tu ventana.
Me oirás maullar en la noche,
hasta el rayo de la mañana.

Tú, alma gemela,
la reina de mi sueño.
de tu corazón
siempre estaré hecho.

viernes, 24 de diciembre de 2010

El amor en los tiempos del cólera


"..., y el corazón le saltó en astillas cuando vio a su hombre tendido bocarriba en el lodo, ya muerto en vida, pero resistiéndose todavía un último minuto al coletazo final de la muerte para que ella tuviera tiempo de llegar. Alcanzó a reconocerla en el tumulto a través de las lágrimas del dolor irrepetible de morirse sin ella, y la miró por última vez para siempre jamás con los ojos más luminosos, más tristes y más agradecidos que ella no le vio nunca en medio siglo de vida en común, y alcanzó a decirle con el último aliento:

-Sólo Dios sabe cuánto te quise-."

lunes, 20 de diciembre de 2010

Las gaviotas también saben matar.



Pues un día, como otro cualquiera, un sábado que se espera durante la semana para poder descansar, pero si tienes comunión, arriba, ponte traje, y tira pa´ el baile. Ni siquiera llegué a tiempo a la misa, pero lo chulo venía después, comida en el zoo, pero quien me iba a decir que al final de ese día decidiría no volver nunca más a uno de esos.
Barra libre, aun que sin poder hacer gala de las botellas donde suelo ahogar mis penas, una comida con los leones y un video en honor al comunante, o como se diga. Después vino lo que todos estábamos deseando, una vuelta al mundo animal, crios por un momento volvimos a ser: jirafas, gacelas, tortugas, lemures, pajarracos exóticos etc. A mitad de camino nos encontramos con una carpa donde estaban encerrados un centenar de pájaros de forma claustrofóbica. El camino ya de por sí, daba miedo, a los lados, en las barras, estaban apostados un ejercito de aves esperando una orden de su general para recrear ahí en medio la película “Los Pájaros” de Hitchcock.
En la mano cada uno llevábamos  unos cuantos granos de maíz, pensando que sería tan fácil darles de comer como a las palomas de la Plaza San Marcos de Venecia, pero no, nadie caía. Llegó el momento de máxima tensión, había dos gaviotas una a cada lado del camino, subidas a la barra, ambas con unos ojos inyectados en sangre, fijos en cada uno de nosotros, como si nos estuvieran perdonando la vida con la mirada, parecía que en cualquier momento uno de los dos bandos movería la primera pieza. Caminando lentamente estaba yo, cuando de repente, sin percatarme, la gaviota de la derecha levantó el vuelo, giré la cabeza, pero ya era demasiado tarde, la gaviota se abalanzo sobre mí como cazador a su presa, con un rápido movimiento, la gaviota paso a mi lado picándome en la cabeza. Todo fue demasiado rápido, a continuación el ave se posó en la otra barra para luego remontar de nuevo el vuelo e intentar picar a otro, esta vez, sin éxito. Nadie sabía que había pasado, hasta que me percaté de que estaba sangrando, me había picado una gaviota, un pájaro que consideraba el rey del mar, me había picado en la cabeza. Claro estaba que mis amigos en vez de preocuparse de mí, se rieron, y no lo voy a negar, era para partirse de risa. Había pensado en reclamar ante los cuidadores del zoo, pero todos me pusieron una cara de “algo le habrás hecho”, y la verdad es que no está en mi naturaleza provocar la ira de los animales ¬¬. Aun que me hubiese gustado ver la cara del forense que me hubiera atendido en la autopsia, viendo mi cabeza semidestrozada si en vez de una gaviota llega a ser un buitre leonado que rondaban por allí. Así que me fui a casa, con un trozo de carne sobresaliendo de mi pelo, unos amigos aguantándose la risa y una buena anécdota que contar. 

martes, 14 de diciembre de 2010

Feliz Navidad

Tal vez, para la navidad, el mejor regalo sea una sonrisa.





                                              








sábado, 11 de diciembre de 2010

Las tormentas de verano

los truenos de la noche

Un ruido me llamaba a despertarme del sueño tranquilo de las noches de verano, un trueno quería hacerse notar brillando, recorriendo el cielo muy rápido, en mitad del mar. Me asome a la ventana, y algo me dijo –haz lo que tengas que hacer-. Cogí y sin pensarlo me baje a la playa, pues el espectáculo aun seguía: rayos de colores, olas amables y la luna llena recorría y hacía correr un camino por la llanura del mar. Olores, se hicieron visibles, a cada trueno que del cielo bajaba y sentado en la arena, esperando a lo imposible que pueda ocurrir, a lo inimaginable que se pueda imaginar. Pero algo ocurría, donde estaban las nubes que tan ansiadamente me hacían pensar, que algún día, esto se podría acabar.

martes, 7 de diciembre de 2010

Corazones escritos

En una lágrima escribí
te quiero,
en otra deje mi corazón.
Las palabras se fueron tejiendo
dejando rastros de amor.

Un rastro se quedó en la arena
solo espero que no muera
nuestros pies se quedaron unidos
mi huella junto a tu huella.

Y seguirán
cayendo flores en tu balcón.
Solo querrán,
que te asomes a mi corazón.

Los versos que te dejé
se los llevó el viento,
algún día sin quererlo
se enredaron en tu pelo.

Como el lobo que aúlla a la luna.
Como las estrellas que no tocas.
Como la noche que apaga el día
Como el aire que acaricia las hojas.

El sol que cada mañana
se posa en tu mirada.
La luna que todas las noches
elimina mis temores.

Y seguiré robando a la vida
unos minutos de su tiempo,
solo por recordar,
solo por que te quiero.

lunes, 6 de diciembre de 2010

Dos estrellas y una bandera en el balcón

Un viaje, otro viaje, el mismo viaje de cada año, mi cara demostraba el poco entusiasmo existente en mi cuando montaba en el coche. 350 Km. escuchando música, acabe de algunos grupos hasta las narices. Lo peor fue abandonar la autopista y meterse en la nacional; curva a la derecha, curva a la izquierda, arriba, abajo. Ya de noche y por la carretera empezamos a vislumbrar pueblos que sino llega a ser por el GPS nos quedamos si conocer el nombre, pero total, entre pueblo y pueblo un club nocturno, es imposible que alguien se pierda.
Por fin llegamos al destino solicitado, un hotel que sin más miramientos, entras, coges la llave y te metes en la habitación hasta la mañana siguiente, por que ver lo que se dice ver en el pueblo, no hay nada, un par de peñas futboleras y dos iglesias, una de ellas en ruinas y la otra siempre ocupada en hacer algo.
A la mañana siguiente, me ducho, me visto y bajo al “hall”, y allí me encuentro con el gerente del hotel poniéndome una cara de “aquí se desayuna pronto”, y vaya con el desayuno, nauseas no, lo siguiente.
La idea de irnos a la casa de campo se nos va al garete cuando la lluvia se le ocurre hacer acto de presencia en medio de las calles solitarias del pueblo. De todas formas nos acercamos para ver que tal todo aquello, unas colinas llenas de olivos y un camino que da gusto pisarlo, un perro de no más de dos palmos de longitud ladrando y pavos con gallinas cacareando a la sucia mañana. De vuelta al pueblo decidimos visitar otro, por si la cosa no había quedado clara, pero este, además, tiene estilo mozárabe. En cuanto llegamos me doy cuenta de que ese, es un pueblo para jóvenes, los mil escalones que hay en toda la pendiente me corroboran la hipótesis. Poco tiempo duramos en él y nos volvemos para el hotel. Allí ya definitivamente asentamos la base de operaciones en la cocina y nos ponemos a preparar migas a lo bestia. El resto de la tarde se define con un paseo por el pueblecito, con especial reconocimiento al camarada Gertrudis,  hermano político del fallecido del pueblo y gran luchador en la guerra de sucesión y una luna llena traviesa que se asomaba entre dos nubes como si estuviera jugando al escondite, pero cuando uno se la queda mirando piensa, “normal que aúllen los lobos”.
Mención especial, aparte, a las iglesias. La de las ruinas, el campanario estaba a grito pelao reclamando una remodelación y una mano de pintura en la sacristía, y la otra iglesia en bodas de plata y oro con un desfibrilador metido debajo del altar, por si acaso.
Por la noche, la cena de todos los años, guardada en el congelador por los magníficos gerentes del hotel, ambos con la viabilidad sexual perdida por Cuenca y un partido de futbol de esos que se ven en el bar con los amigos y que te dejas la voz gritando a un arbitro inseguro de si mismo. Por suerte tuve mi momento de… espacio en blanco (quien conozca la radio me comprenderá) en la noche. De madrugada uno se duerme mal si tiene un colchón con muelles en pie de guerra. Por la mañana y con una cara de sueño, me ducho, me visto y bajo a desayunar, esta vez con un poco más de tranquilidad, pero con ansias de largarme de allí, despedirme con un hasta nunca, y volver lo antes posible.