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martes, 30 de noviembre de 2010

Madrugadas efímeras

En una mañana ácida como la de hoy no se puede hacer nada, ni sonreír al despertar, ni ver el sol por la ventana. Con ojos de madrugador de bares, me levanto con mal sabor de boca y con un final que no acaba hoy. Despierto y quien dijese eso, no hay manera de despajarse con agua fría, -¡entonces cierra el grifo y deja de gastar lágrimas¡-.
Y mientras la calle se deja ver, alguien se esconde bajo los portales. Las sombras tienen miedo, no saben que hacer. Otro día que intenté encontrar, y me quedé en buscar. En los cuadernos mojados se escriben metáforas, de mucha pena y poca gracia. Ya sabía que un día de estos dejaría de mirar, para simplemente poder observar. El reloj se ha quedado sin tiempo, las rosas se quedaron encogidas, impidiendo de algún modo que se les escape la vida. Te sigo como me siguen los versos finales, con una carita de pena que llora por ti. Se quedó callado mi corazón, ya no supo que más decir.

lunes, 29 de noviembre de 2010

Lágrimas de cristal

No derrames una lágrima
De tus ojos verdes preciosos,
No merezco que sientas lástima
Por mis ojos dolorosos.

Mi corazón está herido
¿Quién sanará mi corazón?,
Yo solo una cosa te digo
Que por amor te pido perdón.

Ya viene a por mí la muerte
No llores más mi amor,
Yo ya tuve mi suerte
Yo ya no siento dolor.

¿Qué es la vida?
Gota efímera de agua pura,
Rayo de luz infinita,
Verde prado que respira,
Alma que de penas cura.

jueves, 25 de noviembre de 2010

Soy y dejé de ser

 Soy la corriente que arrastra la ola,
El viento que mece las ramas,
Una noche de verano,
La mano que empuña el arma.

Soy el ladrón de los secretos,
El escritor de los muertos,
El feo, el bueno y el malo,
El llanto de lo raro.

Soy el costurero de las almas rotas,
Soy la respuesta de unas pocas gotas,
Soy la vida, la muerte y lo siguiente,
Soy el mentiroso que nunca miente.

Soy la espada de la baraja,
El alfeizar de tu ventana,
Las canciones que hablan,
Las iras que se desatan.

Soy la cima de la montaña,
Soy la brisa en tu rostro,
Soy el humo del incienso,
Soy la lluvia de otoño.

Soy el sol de cada mañana,
La luz de una vida destrozada,
Soy la flor que cambia de color,
La risa en un tiempo de dolor.

Soy el estribillo de una poesía,
El atardecer en una bahía,
El recuerdo de un buen día,
Soy el aullido, en una noche fría.

Las puertas del tiempo

Hay una puerta, al otro lado una habitación, siento miedo de abrir lo que no se puede cerrar, tengo curiosidad en ver que hay al otro lado del cristal. Un consejo dicen es nunca cerrar una puerta, pero si la cruzas quien te dice si después seguirá allí, porqué si te arrepientes siempre puedes volver atrás. El tiempo cura las heridas, deja fundidas las velas, deja a oscuras el cielo, le quita a la vida un trozo, solo para sentirse mejor, solo para sentir que algo te falta y te lo han arrancado. Desde el límite observas el horizonte, desde el acantilado ves los barcos pasar, pensando que en alguno de ellos viaja tu alma, confundida y sin rumbo, espera, que un día mágico pueda ahogarse en las frías y gélidas aguas, en un mar de estrellas, en un océanos de esperanzas gastadas. Cada noche me despierto, y me encuentro en un valle, cruzado por un río, un río lleno de peces, todos en la misma dirección, y yo, que nunca veo donde todo suele empezar, donde todo siempre quiere acabar, me tumbo, y siento que algo vale en todos los sueños que has tenido y ves en el fondo del corazón, al tiempo arrancando mi alma de ese barco solitario y duele si te dejas esa alma sola de nuevo vagar, por que nunca sabes si, por suerte o por desgracia, acabará cruzando esa puerta, esa puerta que nunca quise cruzar y que nunca voy a cerrar.

miércoles, 24 de noviembre de 2010

Del viejo rock


Los secretos se guardan siempre en la botella de ron viejo.
junto al barco del capitán y la soga en el cuello.
Una luz de tela rota y una silla de madera,
se fijan y comentan el valor y la pereza.
Una vieja guitarra con cuerda rota,
cuando se cansa va y toca.
Las verdades se cuelan por un vaso medio lleno,
las lágrimas secas solo corren por dentro.
Las penas son la excepción de la regla,
un susurro que recorre mi oreja.
Una escopeta oxidada,
por las balas olvidada.
Una chaqueta de cuero,
del viejo rock rockero.
Y en una esquina del salón,
solitario, con las gafas de sol.

lunes, 22 de noviembre de 2010

Por una mirada, que enseña a ver.

Por una mirada perdida,
Perdida en el horizonte,
Horizonte lleno de vida,
Vida que mi alma esconde.

Esconde de la oscuridad,
Oscuridad que llena de luto,
Luto que deja sin piedad,
Piedad que pide el mundo.

Mundo de aquel bosque,
Bosque de la mala muerte,
Muerte que mata al hombre,
Hombre con poca suerte.

Suerte que yo solo,
Solo perdido te encontré,
Encontré tras esos ojos,
Ojos que enseñan a ver.

Secretos, estrellas y dos almas.

Los caminos son oscuros y las luces se apagaron
No ves faros que señalen el final de este tramo.
Las estrellas, hace poco, se escondieron sin pensar
Que algún día, la alegría, volvería a gobernar.

Cuando quieres darte cuenta ya no hay marcha atrás,
Las huellas que dejastes las borró la libertad.
Los secretos que escribistes los dejastes en el cielo
Ten cuidado, cójelos, o acabaran en el suelo.

Se largaron las preguntas que llamaban a la puerta.
Separar dos almas juntas nunca fue buena idea.
Los caminos del destino se recorren con temor
Esperando, que lo oscuro, se vuelva resplandor.

miércoles, 17 de noviembre de 2010

Historias de un autobús


Bonita noche, lástima que para mi se acabara. Esperando en la parada de autobuses empecé a recordar los buenos momentos que había pasado con mis amigos aquella tarde; risas, bromas y charlas sin sentido que cada vez que se pasaban por la cabeza se te ponía en los labios esa sonrisa que nadie puede evitar, mirando como un tonto hacia ningún punto en concreto, pero porque solo mirabas esos buenos recuerdos. Volviendo a la realidad veo a lo lejos el panel electrónico del autobús, una luz que me recuerda los aburridos viajes en los que siempre uno se acaba durmiendo… pero esta vez iba a ser diferente.

Al parar delante de mí, suspiro con un pésimo valor y cruzo la puerta del autobús.
-Hola Juan, ¿Qué tal la ronda?- le pregunté al conductor mientras pagaba el billete.
-Como todas las santas noches-me respondió sonriendo.
Me dirigí hacia mi sitio habitual, el asiento el cual nadie ha ocupado en 5 años excepto yo, -tal vez deberían ponerle mi nombre-. Aquella vez si que había unas cuantas personas en el autobús, algo increíble. Me senté y cerré los ojos, deseando que ese viaje durara lo menos posible, pero sin embargo algo me hizo abrirlos. No se si fue un rápido resplandor que paso por mi mente, o una sutil mirada de la luna creciente de aquella noche, pero empecé a observar los rostros, de los que aquella noche, me acompañaban en aquel autocar nocturno.

La primera en encontrarme con la mirada fue con una joven chica muy guapa, que estaba mirando, con una sonrisa de esas que te dicen lo enamorados que están las personas, una foto de ella y su novio en un precioso parque, junto a un lago, él mirando a la cámara y ella a él, y a la vez recordando el corazón con las manos que le había dedicado su novio cuando ella montaba en el autobús, desde entonces no había dejado de pensar en él, y claro estaba que aquella noche, soñaría con las historias de amor.
Mi mirada se posó en un chico, casi adulto pero todavía con algunos rasgos juveniles en el rostro. Estaba escribiendo en su cuaderno de cuero blanco del cual nunca se separaba y era así como mataba el tiempo en los viajes, recordando con su pluma porque los poetas siempre se encaprichaban de lo bello que es el mundo, de lo fantástico que es el hombre y de lo magnifico que es sentirse libre.
Pero había mas gente que tenía que contar una historia aquella noche, como unos ancianos sentados el uno junto al otro abrazados, se relataban como les había ido el día, el ultimo día de su negocio que llevaba prosperando desde hacía mas de 40 años, los vecinos se acercaban a su establecimiento a saludarles y abrazarles, a comprarles esa ultima migaja de amor que siempre daban a sus clientes, esa sonrisa cordial de buenos días y un -que te vaya bien-, no sabían si les volverían a ver, pero ahora les tocaba disfrutar del resto de la vida juntos, jubilarse nunca fue tan dulce, si tienes a alguien al lado para compartirlo.
Sentados en la primera fila, había una mujer ya entrada en años, con su hijo pequeño, de no menos de una década de vida, el chaval relataba a su madre que había estado jugando con un perro que le había cogido mucho cariño, él estaba feliz y entusiasmado pues su madre le había prometido que si se portaba bien le regalaría uno, así el niño no tendría que pasar esas largas tardes aburrido, sin hacer nada, encerrado en una cárcel de muebles, objetos y miserias incomprensivas.
Al fondo, sentado en el lado derecho y ocupando los dos asientos, estaba un chico de 16 años, su rostro era un cristal mojado aquella noche, sus ojos rojos casi cerrados declamaban por todo el autobús lo triste que podía ser una tarde de sábado en la que la chica con la que llevaba 2 años había cortado con él. Y allí estaba, sentado y casi inmóvil, pues no paraba de temblarle las piernas, hombros alicaídos y sin ganas de estar vivo. Si de él dependiera, se quedaría toda la noche en su asiento, pensando en que pudo fallar y lo que dejó escapar, con el amor se podía  vivir en los tiempos de cólera como bien dijo Márquez, pero para ese chico ya no había amor, se había esfumado, como la roca que se erosiona, lentamente, sin poder evitarlo, y viendo como su corta vida pasa ante sus ojos. Apenado y melancólico, miraba por la ventana, con la esperanza de ver una estrella fugaz que recorriese el despejado cielo de aquella noche, y pedir un deseo, un deseo que le hiciese sentir vivo, de nuevo.
En medio de la travesía nocturna, el hombre que estaba de pie junto al conductor, tenía un mar de dudas en la cabeza, y él estaba en ese mar a la deriva, montado en un barco tan pequeño como la esperanza que tenía.
- ¿Sabes Juan?,- le dijo al conductor- últimamente estoy teniendo problemas, no se que es pero algo me duele aquí dentro- tocando con la mano derecha el pecho- me deprimo cada día un poco más.
-¿Y que tipo de problemas tienes?- le preguntó Juan, apartando la mirada de la carretera para mirarle a los ojos.
- No se, no me siento feliz, las mañanas se despiertan grises y los pájaros ya no cantan en mi ventana- dijo con una voz que parecía apunto de apagarse.
- Veo que tu cabeza es un marco sin nada dentro, sin colores vivos ni fragancias exóticas, ¿has pensado en sonreír?
- ¿Para qué?, de donde saco una sonrisa si no tengo nada por lo que reír.
- bueno, pues tienes a una familia maravillosa que te espera cada noche en tu casa, una mujer que te abraza cada mañana para animarte el resto del día, unos amigos que te invitan a unas cañas si te ven deprimido y un mundo entero que te sonríe toda la semana, tienes mil motivos para sonreír, pero el problema es que no los encuentras ni tampoco los escuchas, disfruta de las pequeñas cosas, y la vida te ira mucho mejor.
Esta vez el hombre si que sonrió.
-Tienes razón…
De nuevo mis ojos volaron por los asientos, intentando descubrir que más historias guardaban los viajeros, esta vez me quede mirando a una chica, una chica que estaba de pie, a la espalda llevaba una guitarra y lo mas curioso y fue lo que más me hizo pensar, es que en la mano izquierda llevaba una rosa, y después de verla volví a mirar a sus ojos intrigado…

Una sacudida del autobús me obligó a abrir los ojos y ponerme en alerta, me había quedado dormido, otra vez, sin darme cuenta había llegado a la última parada, la mía. Despidiéndome del conductor, bajé lentamente, como si no quisiese terminar ese momento. Otra vez, me había quedado dormido, y estaba pensando, por qué había soñado eso, extrañado emprendí el camino de regreso a casa, pero mientras eso, comprendí que incluso en el sitio más inusual, en el lugar más insospechado, hay alguien ahí con una bella e interesante historia que contar y que incluso sea un sueño o una realidad también habrá alguien que querrá escuchar.