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martes, 30 de noviembre de 2010

Madrugadas efímeras

En una mañana ácida como la de hoy no se puede hacer nada, ni sonreír al despertar, ni ver el sol por la ventana. Con ojos de madrugador de bares, me levanto con mal sabor de boca y con un final que no acaba hoy. Despierto y quien dijese eso, no hay manera de despajarse con agua fría, -¡entonces cierra el grifo y deja de gastar lágrimas¡-.
Y mientras la calle se deja ver, alguien se esconde bajo los portales. Las sombras tienen miedo, no saben que hacer. Otro día que intenté encontrar, y me quedé en buscar. En los cuadernos mojados se escriben metáforas, de mucha pena y poca gracia. Ya sabía que un día de estos dejaría de mirar, para simplemente poder observar. El reloj se ha quedado sin tiempo, las rosas se quedaron encogidas, impidiendo de algún modo que se les escape la vida. Te sigo como me siguen los versos finales, con una carita de pena que llora por ti. Se quedó callado mi corazón, ya no supo que más decir.

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