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sábado, 3 de diciembre de 2011

Pensar, reflexionar...


Hacía tiempo que no volvía, que no me dejaba caer por allí. Lo tenía un poco abandonado, quizás por mi irreverencia a estar en sitios donde no soy bien acogido. Pero esta noche todo me daba igual, llevaba recuerdos queriendo sacarlos del bolsillo desde la última vez que entré, porque me parecía el mejor lugar para estar, amparándose de esta lluvia nocturna y puñetera que lleva mojando horas las pocas ilusiones que tenía de pasármelo bien.

Me siento, es el lugar de siempre, donde se tiene una perspectiva bastante buena del todo el bar. Es curioso y siempre me gusta comentarlo la extraña sensación de que aquí las cosas se ven del revés, que no deja de ser metafórico. Las alfombras en el techo, granates y de terciopelo suave, gastadas por el tiempo que llevan volando en lo más alto que les puede permitir el bar; un suelo formado por trozos de baldosas, con formas y colores diversos, como un mosaico de ideas abstractas.

Me dejo llevar por el ambiente, recuerdo que llevaba algo en los bolsillos, lo saco y lo miro con cautela, como si esperara algo inesperado, como si ese algo me produjese dolor, por el simple hecho de recordarlo. Suspiro, pienso –esta no es la vida que llevaba antes-, reflexiono- con cuántas gotas de esta maldita sangre que me recorre las venas bastarán para contar mis prejuicios, mis errores, mi condena incierta y poco amarga-.
Quizás, no me encuentre en este camino, no sea más que la dulce zozobra del viento que impide la navegación de las ilusiones y deseos, la temida ola que engulle sin razón aparente los corazones apostados tranquilamente en la playa. Vivo porque tengo que vivir pero dejo que mi existencia, amarga soledad de la noche, recorra con lloros en vez de lágrimas esta playa sin arena, sin mar, sin nada. Abandono, hace tiempo que renuncié a pensar que la vida me podría dar algo que yo no buscase o no quisiese buscar, pues no había nada mejor que hacerse buscador de uno mismo, en un desierto inmenso como es el alma humana.

Vuelvo con tremendo pesar a la situación presente, las alfombras en el techo, las baldosas con mosaicos, la vida entera delante de mí… Guardo con sumo cuidado en el bolsillo ese algo que me hizo recordar, ya solo me queda pensar, reflexionar, encontrarme ahora…

No, no abras la puerta, no entres, pues me quedé solo escribiendo en esta soledad maldita, sin causa ni razón por la que quedarme despierto, lamentando cada palabra, cada letra de esta…, mi existencia.

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