Un tema soberbio y ya bastante viejo recorre los oídos de las gentes de todo el mundo en estos días de desconcierto y perplejidad. En las calles se habla de él, en las casa se comenta y se abren debates extensos con preguntas y sus respectivas respuestas bien afiladas. Un tema que ahonda en lo más profundo de nosotros cuando aprisionados nos sentimos por una razón o varias.
Ha vuelto a la boca de todos, ha vuelto lo que creí que se daba por extinguido y abandonado en el olvido, lo que creí perder cuando con un movimiento de cabeza aceptábamos lo que nos imponían y así acabábamos, malgastando nuestras vidas.
Hablo, pues, de la Libertad, eso que para algunos se traduce como un sentimiento inoportuno de rebeldía e inconformismo y para otros la inscripción en sus corazones de todos los derechos que conciernen a toda la humanidad. Tal vez ahora, y no hace medio siglo, se pueda decir que vivimos con una libertad a la orden del día. Pero, ¿cuánta libertad llegamos a tener?, pues pienso que perdemos un poco de ella cada mañana al despertar, cada medio día estés donde estés y cada noche, por la interminable lucha contra las adversidades y tropiezos de la vida.