Son los eternos sufrimientos de amor
mis montañas escarpadas,
mis desiertos secos y áridos,
mi viento en la cara.
Son los aullidos de la eterna soledad
un pozo sin fondo,
un lamento escrito y dejado,
un valle de lágrimas dormidas.
Son los inquebrantables horizontes
mis constantes dudas,
mis cordilleras alargadas,
mis mares desaparecidos.
Y es al cielo quien le pido perdón.
Nunca supe darme cuenta,
que quien lloraba de amor
eran las noches de luna llena.
Y es al cielo quien le imploro perdón,
desde aquí, donde las montañas,
llevan al triste poeta, sufridor,
a la luz, de las bellas mañanas.
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