Entro de
nuevo en el garito donde tantas noches he cerrado el día, donde tantas otras he
compartido mis penas, mis glorias, mis alegrías… Todo aquello que puedo
mezclar con un poco de lo que quema los recuerdos. Me siento en mi sitio de
siempre y pido lo que siempre pido. En un arrebato pequeño de inspiración,
agarro una servilleta, la única que no estaba manchada, y saco el boli con que describo
las soledades que me acompañan por las calles, en noches como esta.
“Me
remonto a lo que cité hace ya tiempo, -o uno lleva la vida hacia adelante, o la
vida se lo lleva uno por delante-, y es así y es verdad. Quizás sea hora de
parar, de descansar un poco. Porque cuando el corazón sufre con cada latido, si
cada palabra sangra más que la anterior, escribir se vuelve un rio de dudas que
te aprisionan y no te dejan vivir.
Y este
corazón como dice Sabina, está podrido de
latir. Quizás si quisiera que el tiempo me convirtiese en el vago recuerdo
reflejado en un trozo de mármol, que mi polvo sea el que alimente estás calles
ya ensuciadas por el veneno que se cuela entre los recodos de las baldosas, que
si muero…, prefiero que sea en verso. Volveré a coger ese cuaderno de las
inspiraciones. Apuntaré cada mes de ausencias para que nadie me los robe. Dejaré
que la vida me lleve por otros caminos, los que ella decida, porque este mundo
es muy grande, y solo quiero un trocito de él. Hasta pronto.”