La oscuridad se adueñaba de la habitación por momentos, los rincones se hacían mas negros y las sombras se alargaban a medida que el sol caía por el horizonte. En el salón se respiraba un aire recio y seco, de abandono, de mal estado… todas las ventanas estaban cerradas pero las cortinas estaban descorridas, pudiendo así contemplar la inmensa llanura que se extendía a los pies de la casa, de norte a sur, de este a oeste, pradera lisa, llana, semiviva, semimuerta. Los muebles del salón, en su sitio, dejaban preveer que los buenos momentos en esa casa se habían acabado, terminado, extinguido… la soledad reinaba en cada estancia, un alma en penumbra recorría las habitaciones, cada día, sin hacer ruido, para no despertar a quien en esa casa todavía seguía durmiendo. En el sofá, sentado y con los ojos fijos en un objeto que tenía en las manos, estaba él, inmóvil, sin luz, sin aire, sin alma. Miraba a su otra mitad de la vida, que se había quedado encerrada, en esa foto, sin vida. Unas lágrimas recorrían su rostro, puede ser de pena, de nostalgia, de tristeza, pero lo que en realidad le hacía llorar era la felicidad, no la había encontrado antes, se le había perdido, entre las calles que recorrían su corazón. Un sonido rompió el silencio de la habitación, procedente del otro lado de la puerta, esta se abrió lentamente, acorde con el estado de letanía de la casa. Entre los marcos de la puerta apareció ella, saliendo de la oscuridad que la rodeaba, dio un paso al frente y cerró la puerta.
-Hola- le dijo ella.
Él, lentamente, quitó la mirada de la fotografía que sostenía, y la miró a los ojos, esos ojos profundos, marchitos, delgados, casi, casi cerrados. Y alcanzó a decirle
-¿Sabes que día es hoy?-
Ella lo miró con cara de comprensión, sabía por que había venido, con que propósito, y ella quiso impedirlo, pero al verlo, supo que ya era demasiado tarde.
-Si- le respondió.
Él volvió a posar su mirada en la foto, volviéndola a contemplar, seriamente, y con las lágrimas ya secas. En un momento, el tiempo se congeló en la sala, todo se quedó quito, mas de lo que ya estaba, entonces, sin previo aviso o intención, él, se levantó del sofá, dejó la foto sobre la mesa, olvidándola, para siempre, y luego salió por la puerta.
Ella, que había sido testigo de la escena, se acercó a la mesa despacio y observó la foto, entonces comprendió que él, no volvería, jamás.