Le miró a los ojos mientras se inclinaba sobre él, apoyada en la mesa, y con un suspiro le dijo todo lo que deseaba decirle después de tanto tiempo guardando silencio.
- Es eso ¿verdad?. Allí te sientes importante, allí eres alguien a quien respetan, tomas tú las decisiones y los demás las acatan, porque te tienen aprecio, te quieren y te consideran uno más de la familia, porque te lo has ganado, con confianza, con perseverancia, con un supuesto respeto. Pero sin embargo aquí no, aquí no has ganado, aquí no has conseguido lo que querías, lo que pretendías, porque no has sabido aceptar las reglas del juego. Con el tiempo te vuelves codicioso, ambicioso, no tienes nada aquí porque no has sabido jugar tus cartas correctamente. Has tenido oportunidades, oportunidades que has rechazado, que has roto con tu avaricia. Sientes que no eres nadie y prefieres irte a donde te respeten. Eso no es así y lo sabes, aquí uno no es más que el otro, aquí todos jugamos en el mismo bando, aquí todos somos iguales y hemos sabido aceptarlo, pero tú no, y por eso te has ido-
La chica se volvió a recostar en su silla, cogió el vaso que estaba apoyado en la mesa y se lo llevó a la boca, luego, con ojos observadores, vio al chico que estaba sentado en la otra silla, tenía el rostro serio y la mirada disuelta en el ambiente, sin saber a donde mirar, cualquier sitio, menos a ella. La chica dejo asomar una pequeña sonrisa por la comisura de sus labios, había dado en el blanco, y él lo sabía.
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