La luna rueda horizontes altivos,
la tierra se agrieta dejando paso al agua,
y a lo lejos, allá donde el viento lleve las olas,
han de chocar con la Isla de Izaro.
El tiempo peina la ermita, dejando en ella,
polvo y olvido.
La arena se esconde bajo las aguas, llevando
consigo, tesoros de nácar.
Y una vieja canción se pierde, mar adentro,
donde nadie la puede encontrar.
En los montes, donde se guarda el silencio,
miles de ojos te acompañan.
Y a lo lejos, suena el mar, rompe la ola,
saluda el sol cada mañana, en las rías
de Bizkaia.