Tantas palabras escritas,
en los rincones del tiempo,
que laten, que están vivas,
forjadas por presos.
Aquellos, nuestros hermanos,
con manos secas y curtidas,
narraron tantos llantos,
contaron tantas vidas.
Se olvidaron del amor,
amigos fieles de la muerte.
Cantaron sus huesos sin temor,
bajo un cielo ardiente.
Hundisteis vuestras sucias calaveras,
rezando cada verso maldito.
Vuestra mirada será eterna,
aunque se muera lo escrito.
Vuestras armas son palabras,
más sangre que la guerra hicieron.
De las noches no nacían mañanas,
ni cruces sobre cementerios.